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T r i b u n a c h i l e n a

EL CONFLICTO SOCIAL SOBRE RUEDAS

 Ya es un lugar común referirse al Transantiago como el “Condoro” de los condoros del gobierno, por tanto, no incursionaré en los errores o culpables del mismo, tan sólo lo expongo por ser el vehículo apropiado que encontró una sociedad insatisfecha para manifestarse.  

El escenario de efervescencia social actual, se alimenta de las demandas de diferentes sectores de la sociedad, que hoy se expresan sin temor alguno, y con características cada vez más violentas. Así,  tenemos  a los deudores habitacionales con o sin razones; se avecina la reacción campesina por la forma que se ha pretendido resolver su deuda histórica, que no es más que lo mismo de estos 16 años, al igual que la de las Pymes, sin que se resuelva realmente; tenemos en cierne una nueva revolución de los “pingüinos”, por la tardanza en el mejoramiento de la infraestructura educacional y por los menguados cambios que se pretende con la LOCE, por señalar sólo algunos.

 Es lógico que en el juego político, la oposición, tanto de derecha como de izquierda, coincidan en el aprovechamiento del descontento, atizando la confrontación sin medir las consecuencias. El tema es, que ellos hacen su trabajo, y lo inconcebible es que el gobierno no muestre capacidad de análisis situacional ni mucho menos capacidad para adelantarse a los hechos. La espiral de violencia que observamos últimamente, no se resuelve sólo con cambiar figuras en el nivel gubernamental, más aún, eso sería seguir dándole satisfacciones a la derecha política que busca deslegitimar a la Presidenta. Lo más importante es hacer un cambio de política que rompa con los paradigmas del modelo actual. El discurso del gobierno ciudadano, debe comenzar con la franqueza para decir lo que se quiere y como hacer, pero decirlo clara y directamente, que no induzca a interpretaciones a gusto del ejecutivo de turno. Creo que algo se avanzó con el discurso presidencial y el restringido cambio de gabinete de hoy, pero ello no es lo sustantivo. En el caso del transporte metropolitano, se debe asumir y así decirlo que fue un proyecto originalmente mal concebido desde el punto de vista de un Servicio Público a la Comunidad, como lo es en todo el mundo. Se hizo por tecnócratas sobre la base de la rentabilidad que debían tener los operadores (todos lo reconocen  hoy) y no sobre la base de la calidad del servicio que la ciudadanía se merece. En cuanto a la responsabilidad política de aquello también debe precisarse, pero sin irse por las ramas, relativizando todo, como acostumbramos los chilenos,  para que los santiaguinos no terminemos creyendo que su diseño e implementación fue obra de extraterrestres y, por ahora, último discurso incluido, seguimos en la nebulosa.  En cuanto a los deudores, habitacionales, pymes y campesinos, hasta la fecha se ha actuado con  promesas y parches, faltando la convicción de la importancia de resolverlo definitivamente, tal como lo hizo Pinochet con la crisis del sistema financiero a comienzo de los ochenta, comprometiendo el aval y recursos del  Estado para su salvación.  

El desarrollo inclusivo debe suponer que las políticas de apoyo tienen que ser audaces y necesariamente diferenciadas respecto de las que rigen para los grandes empresarios, que bastantes ventajas ya han tenido y tienen con el actual modelo. Es un escarnio pensar beneficios para  una pyme o pequeño agricultor con la propuesta de “Depreciación acelerada”, por ejemplo.

 Por su parte, el tema de la educación no será resuelto si no se define claramente que ella es un bien público, cuya obligación de servirlo le corresponde al Estado y que la  libertad de enseñanza no es libertad comercial como se entiende.  No cabe dudas, que definiciones conceptuales de esta magnitud están en el trasfondo de las justas demandas de los pingüinos, siendo responsabilidad del gobierno enfrentarlas dentro de los parámetros políticos-ideológicos que lo sustentan. Obviamente, el Transantiago ha sido el evento desencadenante de la irritación contenida de los ciudadanos ante los desaciertos y corruptelas que, además, los medios se están encargando de instalar en la ciudadanía, como norma de acción del actual gobierno.  Lo trágico, es que este contexto social que se está dibujando se asemeja peligrosamente al  vivido en la década de los 70. Una derecha política implacable para deslegitimar todo accionar gubernamental, por ahora, no se ha sumado la derecha económica que todavía goza de las políticas neoliberales que subsisten. Una izquierda extraparlamentaria que con justicia reclama contra el régimen político excluyente y que cada vez lo hace en forma más violenta. Un cartel de medios de comunicación que satura el inconsciente colectivo con imágenes antigubernamentales. Una Iglesia que ya comienza a tomar partido y a sumarse a los detractores políticos. Un desorden en la coalición de gobierno, por el afán de protagonismo de sus actores, la incorrecta o inexistente interacción entre partidos,  parlamento y gobierno y entre éste y la ciudadanía o, simplemente, la  falta de autoridad.  Por ahora, hagamos como en el fútbol y crucemos los dedos para que alguien ilumine al entrenador o entrenadora para que se termine los aprontes con las reservas, se ponga a los titulares y se defina una estrategia de “juego” que encante a los chilenos, o que es lo mismo, se juegue como se dijo en la pre-temporada. Queda la duda si los cambios de última hora, como los de hoy,  ayudarán en este sentido. Santiago, 26 de Marzo de 2007SERGIO BARRÍA P.

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