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T r i b u n a c h i l e n a

Pinochet, dictador sangriento, y deshonesto

escrito por Gonzalo Martínez Corbalá*   
jueves, 21 de diciembre de 2006
Se dice en los noticieros internacionales, que al sepelio de Pinochet asistieron cinco mil personas que son sus partidarios, luego vendrá una manifestación de, por lo menos un millón de contrarios, enemigos y agraviados, ellos mismos en sus personas, o en un hermano, una hija, o un padre, como lo es la propia Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, cuyo padre fue apresado y torturado hasta la muerte, en los tiempos de la dictadura.

Es cierto que el capitán Augusto Pinochet Molina, su nieto, uniformado y en la tribuna desde la que se le rindió un homenaje dentro de la Academia militar O´Higgins que lleva el nombre del libertador de ese país lo equiparó con el propio personaje de la historia chilena, y también de Argentina. Pero inmediatamente fue sancionado el capitán por hacer discursos de carácter político, lo cual les está prohibido a los militares en ejercicio, y se le dio de baja por acuerdo de la Presidenta Bachelet, que como todo Jefe de Estado, es Comandante Supremo del ejército chileno, y de entre sus facultades, está la de cuidar que se guarde el respeto y el orden en el cuerpo militar.

Lo cierto en que han aflorado las verdaderas causas por las que se dieron las circunstancias para que el golpe de Estado fuera posible, y luego para que se instaurara una dictadura represiva y sangrienta que habría de durar 17 años, durante los cuales estaba prohibido hablar o escribir de el golpe de Estado por su nombre, y había que decir, en todo caso, pronunciamiento militar, término que eufemísticamente se usaba para referirse a él, sin llamarlo por su nombre. Es claro que los jóvenes de esa generación, no supieron lo que sucedió en su Patria en los años setenta, y mucho menos lo familiares del dictador, que nacieron durante este período y que tampoco podrían haberse enterado por otros medios, pues así como se prohibió la existencia de los sindicatos, también se hizo lo mismo con los partidos políticos, y con los libros que no podían imprimirse cuando se referían a esta temática. Los que habían escritos ya, se quemaron en las plazas públicas, así como los periódicos de esas fechas, solamente, creo yo, se salvó la modesta hemeroteca que habíamos integrado en la Embajada de México, debidamente clasificada, y que ahora está a disposición del público y de los investigadores en el Colegio de México.

En la última conversación que tuvimos con el Presidente Allende, el domingo 9 de septiembre, en el aeropuerto de Pudahuel, él ya se mostraba sumamente preocupado, tanto por en incidente que se había producido en el día anterior, en el que, en un allanamiento que el ejército, amparado por la nueva Ley de Armas de Fuego, que se había aprobado en el Congreso , controlado por la mayoría Demócrata Cristiana, llevó a cabo en una fábrica de muebles blancos llamada Fensa, durante el cual, al levantar un poco de tierra fresca que acusaba algunas excavaciones en el patio trasero, se empezaron a disparar algunos tiros, no menos de unos cuatro mil, y luego, por un acto que esa mañana de domingo, en un acto que celebró en el teatro Caupolicán, en el uso de la palabra, Carlos Altamirano, Secretario General del Partido Socialista, habría llamado a la subversión a los marinos jóvenes y Allende temía que esto podía ser lo que jalara el gatillo del golpe. No se equivocó, en ambos casos el Presidente. El martes 11 de septiembre, estaba la marina llevando a cabo unas maniobras conjuntas con la marina Norteamericana. Salieron en la madrugada, muy temprano ese día hacia alta mar, y una vez allí, la marina chilena se regresó a Valparaíso para iniciar, todavía en la madrugada, el golpe de Estado. para continuarse ya formalmente con la participación del ejército y de la fuerza aérea, que habría de bombardear un poco más tarde, el Palacio de La Moneda, en don de ya se encontraba el Presidente y un puñado de gente leal que junto con él lo defendieron ,hasta cuando fue realmente posible .

A eso de las siete de la mañana, empezaron a transmitir por radio los bandos militares que estaba emitiendo la junta militar que se había constituido con la participación de los jefes de la Armada y de la Fuerza Aérea que eran el almirante Toribio Merino, el Gral. Ruiz Danyau y posteriormente, por los Carabineros, el Gral. Manuel Mendoza Contreras. Por el ejército era el propio Augusto Pinochet, el que formaba parte de la Junta, como uno de sus miembros, para unos días después, erigirse como Presidente de la Junta. Cargo que habría de ostentar, hasta julio del año de 1974, cuando se constituyó, nada menos, que en el Presidente de Chile, para permanecer como tal, diecisiete largos y penosos años.

Durante estos diecisiete años, modificó la Constitución de Chile para consolidarse así mismo como Presidente, hasta 1990, cuando, como consecuencia del plebiscito que se llevó a cabo, llamado del sí o el no, el pueblo de Chile, triunfó votando en una clara mayoría por el no , y el dictador tuvo que abandonar el Palacio de la Moneda, el 10 de marzo, para dejar paso al Presidente de la transición, Patricio Aylwin que gobernó con prudencia durante cuatro años, antes de llamar a elecciones regulares en las que triunfó Eduardo Frei de la Democracia Cristiana, hijo del presidente Frei, quien le entregó el poder a Salvador Allende, en octubre de l970, que gobernó durante mil días, hasta que entregó su vida en el Palacio de la Moneda. Era un socialista demócrata que soñó con hacer una realidad el socialismo por la vía electoral, una tercera vía que resultó ser eso, un sueño imposible de realizarse.

Se realizó sin embargo una democracia que continuó después de Frei, con Ricardo lagos, Socialista del PPD (Partido por la Democracia), quien le entregó el poder, también en un limpia elección a dos vueltas, Michelle Bachelet, una valiosa mujer que tuvo que sufrir en su juventud, la muerte de su padre, después de haber sido torturado, precisamente por el dictador que ahora acaba de morir, que dividió mediante el golpe de Estado a Chile, en vida, y su cadáver ahora, lo sigue dividiendo, pero esta vez la unidad democrática del pueblo chileno, habrá de triunfar una vez más. Ahora sin derramamiento de sangre. Así lo deseamos para nuestros hermanos del Sur que tanto han luchado por ello.

* Embajador de México en Chile en 1973 y ex presidente del Consejo Administrativo de La Jornada Morelos, actualmente es colaborador de La Jornada México, recientemente entrevistado por la periodista Carmen Aristegui para la cadena CNN en Español.


Artículo publicado el 17 de diciembre por la Jornada Morelos 

 

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