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T r i b u n a c h i l e n a

Vende Patria

escrito por Juan Pablo Cárdenas   
jueves, 19 de octubre de 2006
En lo que toca a la economía, a la Dictadura siempre se le imputará haber transferido a precio vil una gran cantidad de empresas del estado al ámbito privado. Los gobiernos de la Concertación, asimismo, serán responsables que haberle transferido al capital foráneo el dominio y la explotación de recursos y reservas estratégicas de nuestra geografía.

Políticos y especuladores accionarios han implementado en las últimas décadas toda una estrategia de extranjerización de nuestra actividad económica, demostrando un verdadero desprecio uestra soberanía y el porvenir de las nuevas generaciones de chilenos.

Los grandes empresarios chilenos se cuentan con los dedos de la manos, aunque todavía las entidades patronales presuman de gran representatividad. Lo que abundan son muchos miles de pequeños y medianos emprendedores a muy maltraer por las inclemencias del modelo que nos rige
 
En la banca, la minería, la explotación de los recursos marinos se enseñorean las empresas foráneas que, en general, sobre explotan nuestros yacimientos, depredan los recursos renovables, ofrecen pocas posibilidades trabajo y se resisten  tributar e acuerdo a los estándares que en otras naciones se les exige. Se asume, además, que estos  intereses que han reconquistado nuestro país se irritan ante las exigencias medioambientales y, con todo desparpajo, corrompen la política y ejercen intenso y permanente lobby ante los legisladores y los funcionarios públicos encargados de definir las concesiones para construir puentes, carreteras y, ahora, hasta casinos de juego.
 
Ahora último, son las reservas magníficas de agua las que han quedado bajo dominio extranjero. Derechos de explotación de manantiales y cursos acuícolas nos dejan completamente despojados del recurso más estratégico de la humanidad. Lo que corroboran expertos y analistas cuando auguran que en el futuro hasta podrían producirse guerras mundiales por su dominio y explotación. Fuente de vida para agricultura y la alimentación, los ríos, lagos y cascadas son determinantes en la generación de energía, incluso la de los reactores atómicos, cuya refrigeración más barata es la que le proporcionan las aguas en movimiento.
 
Llama por tanto la atención el celo que políticos, militares y otros opinólogos ejercen contra la posibilidad de que nuestro país le otorgue salida al mar a los bolivianos, o se convenga con los peruanos una línea demarcatoria de plena concordia en nuestra vasta proyección hacia el Océano Pacífico. Tal actitud parece ridícula cuando consideramos que el  Desierto de Atacama hasta el subsuelo pertenece a las transnacionales, así como que en alta mar la voracidad de las grandes compañías mundiales y sus asesina captura deja sin trabajo a los pequeños pescadores artesanales.
 
Claro; el silencio cómplice que quienes deben resguardar nuestra soberanía se compra con aviones, barcos y prebendas que los mantenga entretenidos en sus juegos de guerra y, cuando correponda, vuelvan a ensañarse con la propia población chilena, al momento que ésta tome conciencia del despojo, recupere sus derechos ciudadanos y se atreva a reinstalar en La Moneda y el Parlamento propósitos de soberanía y justicia social.
 
Lo que ya no se puede desconocer en este fenómeno es que los chilenos hemos permanecido demasiado tiempo en el letargo del autoritarismo y  su herencia ideológica e institucional. Que lo impuesto por la fuerza en 17 años, finalmente caló hondo en la conciencia de las autoridades y partidos de esta transición que, curiosamente, enteran el mismo tiempo de Pinochet en el poder. Sin embargo, sabemos que los capitales e intereses extranjeros que modelan nuestras leyes, tratados de libre comercio y alineamientos diplomáticos previenen siempre que, tarde o temprano, los pueblos salen del error y se alzan contra el colonialismo y sus criminales consecuencias.
 
Ello debe explicar, entonces, que después de alcanzada la reconquista de nuestro espacio y reservas geográficas, la “inversión extranjera” se extienda ahora a los medios de comunicación, las universidades y el conjunto de la cultura, donde el negocio no parece lucrativo en pesos, aunque muchísimo en la capacidad de dormir las conciencias y atrasar los cambios

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