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T r i b u n a c h i l e n a

América Latina se divide por razones ideológicas?
La “guerra fría” sudaca




Nación Domingo

Los países latinoamericanos se presentaron dispersos a la IV Cumbre de la Unión Europea y América Latina y el Caribe, que tuvo lugar en Viena. Los dos mecanismos de integración sudamericana están en crisis. El anunciado retiro de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) pone contra la pared a Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia, países a los que el Presidente venezolano, Hugo Chávez, exhortó a elegir entre los tratados de libre comercio con Estados Unidos y la fidelidad al bloque regional formado en 1969.

El Mercosur, unión aduanera creada en 1991, está amenazado por las tensiones económicas y comerciales entre Argentina y Brasil, y por la insatisfacción de Uruguay y Paraguay, igualmente atraídos por las oportunidades ofrecidas por el mercado estadounidense. Venezuela, que teóricamente adhirió al Mercosur en diciembre de 2005, ha actuado también ahí como agitador, apoyando el descontento de los países pequeños y alineándose con los grandes en el conflicto entre argentinos y uruguayos por la construcción de dos plantas de celulosa a orillas del Río de la Plata. El litigio revela la impotencia de la diplomacia regional y del tribunal destinado a solucionar las controversias.

Integración

No obstante, en diciembre de 2004, en Perú, se lanzó la Comunidad Sudamericana de Naciones, que habría de englobar a la CAN y al Mercosur. América Latina pone el acento en la integración física. Tres instituciones de crédito –la Corporación Andina de Fomento, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Brasileño de Desarrollo– estaban en condiciones de apoyar los proyectos inventariados por la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana.

Toda esta estructura, fruto de laboriosas tratativas, ahora está desestabilizada por la polarización ideológica entre la centro-izquierda sudamericana y el populismo de Hugo Chávez. El venezolano ambiciona la herencia de Fidel Castro, que casi con 80 años no cesa de fustigar al “imperialismo norteamericano”. Eso no le impide a Venezuela multiplicar los intercambios comerciales con EEUU: las exportaciones han pasado de 15.200 millones de dólares en 2001 a 34 mil en 2005, y el precio del barril de petróleo no es la única razón del aumento. Las importaciones, a su vez, han pasado de 5.600 millones de dólares a 6.400. Y Chávez no deja de incrementar la participación de las compañías extranjeras en la explotación petrolera, si bien grava sus beneficios.

El crudo venezolano no tiene necesidad de libre comercio. ¿Hay que condenar, no obstante, a los que no pueden privarse del acceso al mercado de los países desarrollados? La firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos no impidió a México y a Chile oponerse a la guerra en Irak, ni al Presidente mexicano, Vicente Fox, defender a los inmigrantes. Tampoco impidió la elección a la cabeza de la OEA del socialista chileno José Miguel Insulza, quien derrotó al candidato de Washington.

Retórica

“No queremos una guerra fría en América Latina”, subraya Marco Aurelio García, asesor del Gobierno brasileño. “La diplomacia de Brasil hacia América del Sur y el resto del mundo no está basada en el prefijo anti”, insiste García, y agrega que las coaliciones de centro-izquierda sudamericanas son una lección de la trágica experiencia de Salvador Allende en Chile. “No estoy de acuerdo con la retórica de Chávez. Algunas de sus intervenciones no me parecen apropiadas”.

Entre estas figuran las asestadas por Chávez a sus homólogos, así como su injerencia en las campañas electorales de Perú y Nicaragua.

El bélico escenario organizado para anunciar la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia, decidida por Evo Morales el 1 de mayo, reavivó las tensiones. “A pesar de los intereses divergentes hay una verdadera interdependencia, los bolivianos deben vender su gas y los compradores naturales son sus vecinos. La energía debe ser un factor de integración y no de divergencia”, precisa el especialista argentino Félix Peña.

La integración es un reto a la vez económico y político, social y cultural. No obstante, si las afinidades ideológicas preconizadas por Chávez hubieran sido una condición para la convergencia entre los países, Europa seguiría en el punto de partida.

En América Latina, la conjunción del nacionalismo y el corporativismo rechaza la menor cesión de la soberanía. Así, el Mercosur sigue siendo un enano institucional, con un minúsculo secretariado técnico cuyos reportes son confidenciales. Y las cumbres presidenciales no bastan para solucionar todos los problemas, sobre todo cuando la administración no les da seguimiento.

En esas condiciones, la fuga hacia adelante y los efectos de anuncio se convierten en una tentación, como lo acaba de demostrar el ingreso de Venezuela en el Mercosur, aun antes de las negociaciones sobre las condiciones de adhesión. El Mercosur no es un foro político –como lo es el Grupo de Río–, sino una unión aduanera todavía imperfecta, regida por tratados y acuerdos en diversos dominios, que todo país que ingrese debe suscribir y transcribir en su legislación.

Sean cuales fueren las imperfecciones, la integración latinoamericana no avanzará haciendo tabla rasa de la CAN y del Mercosur, sin olvidar a la América Central, cuyos avances al lado de México son desconocidos, pero no por ello menos reales.

© Le Monde

(The New York Times Syndicate)

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